Comentarios sobre psicología infantil:
El niño maravilloso
Lo confesemos o no, para nosotros los padres, nuestro hijo es
maravilloso…o debería serlo: su vida será mejor que la de sus padres, podrá
gozar de todos los privilegios, no padecerá enfermedades, no renunciará al
placer, ni verá limitada su voluntad. Hasta- quién sabe- podría realizar
nuestros deseos incumplidos.
Una
vez que creamos para él ese lugar de privilegio, cuesta creer que, finalmente,
nuestra pequeña maravilla, es un humano más, sometido a las mismas leyes de la
naturaleza y de la sociedad que el resto de los humanos.
Este
proceso conlleva siempre un grado importante de renuncia y de desilusión, para
nosotros y para nuestro hijo.
Existen
situaciones en las que esta renuncia se nos complica particularmente:
1.
Cuando se hace evidente que el niño no es TODO para su mamá: ella
tiene deseos de vivir y hacer cosas más allá de él. A menudo las madres no
saben cómo decir a sus hijos “ yo te quiero mucho, pero también quiero a mi
hombre y me gusta mi trabajo o encontrarme con mis amigas “.
2.
Cuando el niño queda EXCLUIDO de la relación de la madre y el
padre ( o sus
respectivas parejas) . Para muchos padres es sumamente difícil decirles a sus
hijos “ tú no puedes dormir al lado mío, este es el lugar de tu padre- o de
tu madre si se trata de una niña-.
3.
Cuando es preciso imponerles normas de alimentación, de higiene, de
orden, de comportamiento, horarios, etc. A menudo solemos decir “ es muy pequeño
aún, pobrecito, que aproveche”, y está de más decir…el niño aprovecha.
¿A quién le gusta ver limitada su voluntad?
4.
Cuando, en sentido opuesto a lo comentado en el punto anterior, le
exigimos una precocidad que nada tiene que ver con sus capacidades y sus tiempos
reales, sintiendo una gran frustración cuando su respuesta no es la que
nosotros esperábamos.
Este
aprendizaje nunca se realiza de una sola vez y para siempre. La tarea requiere
nuestra firmeza, una y otra vez. Ejercer la autoridad no es otra cosa que
demostrarles- no solo decirles- a nuestros hijos que ellos no gobiernan. Pueden
reaccionar con rabietas, pero el alivio de saber que hay adultos a quienes él
no podrá manejar a su antojo es incomparablemente más grande que la ofensa del
momento.
Para
el niño significa que no está solo frente a sus impulsos.
Un
niño que cree demasiado en sus privilegios, en su poder, que logra atemorizar
con sus amenazas y sus caprichos no tardará en tener a sus padres, y luego a
todos los que lo rodean, como súbditos. Y un niño jamás puede ser un buen
rey.
Hasta la próxima
Psicóloga de niños
Fecha de publicación: 8/Octubre/2000