Sábado 29 de Septiembre de 1997




Trastornos de la identidad sexual de la infancia

Dra. Mercedes Luque Coqui

El desarrollo de la conducta sexual y la identidad sexual constituyen un tema de interés constante para la mayoría de los padres. Aun y cuando existen varias teorías acerca de cómo se determinan las preferencias sexuales, la mayoría de los investigadores en el tema concuerdan en que se desarrollan en la infancia. Estos determinantes se van adquiriendo a través de las relaciones positivas y negativas que se tengan con los adultos, así como de la observación de las actitudes y comportamientos sexuales de éstos.

La identidad sexual es, entonces, una manifestación básica de la personalidad, influenciada por las actitudes de los padres. Este es un término que se utiliza para describir los aspectos masculinos y femeninos de la persona; cuando hay trastornos indica que no hay congruencia entre el sexo anatómico y la identidad sexual.

A partir de los tres años se establece el sentido básico de lo masculino y lo femenino, es entonces que se adquiere la pauta de conducta sexual estableciendo el patrón hacia la pareja sexual (orientación sexual). Se debe a que un niño es particularmente vulnerable a ser deformado en su conducta sexual entre los cinco y ocho años de edad y que después de la pubertad, las posibilidades de modificación de tales comportamientos se hacen más difíciles, siendo necesario someterse a un tratamiento psicoterapeútico.

En los extremos del trastorno sexual infantil se encuentran los niños que medidos por los valores de sus culturas, son tan femeninos como las niñas más femeninas, y las niñas que son tan masculinas que los niños más masculinos. Este problema puede tener su inicio tan temprano como las primeras conductas masculinas y femeninas: hacia el segundo o tercer año de vida. En cada situación, todos los demás niños sienten extrañeza por la feminidad de estos niños y la masculinidad de estas niñas, incluso los amigos, que en general son los observadores más sensibles, aceptan la validez de lo que perciben, permitiendo a estos niños más femeninos -cosa que no harían con los otros niños sin estas conductas- participar en los juegos de las niñas y lo mismo sucede con respecto a las niñas masculinas, que pueden participar en los juegos de los niños.

Los extremos en cuanto a conducta es, en el caso de los niños, de gran delicadeza, suavidad en los modos, falta de interés por el juego y los deportes rudos, y en las niñas es la conducta conocida como de "marimacho". El niño no se ajusta a los patrones y prototipos del papel sexual y puede ser rechazado por sus compañeros, considerándolo afeminado, y es posible que se incline a la compañía de las niñas por quienes puede ser más aceptado. El ser llamada "marimacho" no implica el grado de censura social que el ser tildado de afeminado, quizá debido al diferente valor que nuestra cultura otorga a las características masculinas y femeninas.

Uno de los trastornos de la identidad de género en la infancia es la llamada transexualidad, el cual es un síndrome cuya aparición se da en preescolares y que es muy escasa, teniendo una proporción de seis a 30 hombres por cada mujer reportada.

El diagnóstico se establece en sujetos prepúberes que muestran una gran angustia e inconformidad por el sexo biológico que tienen, y tienen un deseo muy intenso por ser del sexo opuesto, y/o repudio por sus propios órganos genitales pudiendo afirmar que sus órganos sexuales desaparecerán y serán sustituidos por los del sexo opuesto. Otro trastorno es el llamado travestismo en donde se observa que existe una marcada preferencia por la vestimenta y las actividades del sexo opuesto.

Los psicólogos del desarrollo postulan que el origen de estos trastornos se deben a la falta de modelos pertenecientes al mismo género del sujeto, siendo además común que los padres sean los promotores para que dichas conductas se manifiesten. En algunos casos las madres pueden estar deprimidas o ser lejanas, y el padre estar ausente o ser demasiado rígido, lo cual impide un acercamiento cálido y afectuoso con el hijo.

Algunos estudiosos del tema refieren que un abuso sexual puede ser el detonador de dicho comportamiento y que estas conductas pueden ir acompañadas de otros signos y/o síntomas, tales como el aislamiento social, miedo, cólera, hostilidad, depresión, ansiedad, tendencia hacia comportamientos sexualizados, culpa, baja autoestima y conducta autodestructiva.

Sin embargo, el aislamiento social por sí solo, casi siempre es lo suficientemente desagradable para ameritar la atención temprana de los niños que lo sufren ya que después de la pubertad, se obtienen resultados menos satisfactorios en el esfuerzo por modificar la orientación del papel sexual.



Coordinadora de Psicología Departamento de Psiquiatría.


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