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Trastornos de la identidad
sexual de la infancia Dra. Mercedes
Luque Coqui
El
desarrollo de la conducta sexual y la identidad
sexual constituyen un
tema de interés constante para la mayoría de los padres.
Aun y cuando existen varias teorías acerca de cómo se
determinan las preferencias sexuales, la mayoría de los
investigadores en el tema concuerdan en que se desarrollan en la
infancia. Estos determinantes se van adquiriendo a través de las
relaciones positivas y negativas que se tengan con los adultos, así
como de la observación de las actitudes y comportamientos
sexuales de éstos.
La
identidad sexual
es, entonces, una manifestación básica de la personalidad,
influenciada por las actitudes de los padres. Este es un término
que se utiliza para describir los aspectos masculinos y femeninos de la
persona; cuando hay trastornos indica que no hay congruencia entre el
sexo anatómico y la identidad
sexual.
A
partir de los tres años se establece el sentido básico de
lo masculino y lo femenino, es entonces que se adquiere la pauta de
conducta sexual estableciendo el patrón hacia la pareja sexual
(orientación sexual). Se debe a que un niño es
particularmente vulnerable a ser deformado en su conducta sexual entre
los cinco y ocho años de edad y que después de la
pubertad, las posibilidades de modificación de tales
comportamientos se hacen más difíciles, siendo necesario
someterse a un tratamiento psicoterapeútico.
En
los extremos del trastorno sexual infantil se encuentran los niños
que medidos por los valores de sus culturas, son tan femeninos como las
niñas más femeninas, y las niñas que son tan
masculinas que los niños más masculinos. Este problema
puede tener su inicio tan temprano como las primeras conductas
masculinas y femeninas: hacia el segundo o tercer año de vida. En
cada situación, todos los demás niños sienten extrañeza
por la feminidad de estos niños y la masculinidad de estas niñas,
incluso los amigos, que en general son los observadores más
sensibles, aceptan la validez de lo que perciben, permitiendo a estos niños
más femeninos -cosa que no harían con los otros niños
sin estas conductas- participar en los juegos de las niñas y lo
mismo sucede con respecto a las niñas masculinas, que pueden
participar en los juegos de los niños.
Los
extremos en cuanto a conducta es, en el caso de los niños, de
gran delicadeza, suavidad en los modos, falta de interés por el
juego y los deportes rudos, y en las niñas es la conducta
conocida como de "marimacho". El niño no se ajusta a
los patrones y prototipos del papel sexual y puede ser rechazado por sus
compañeros, considerándolo afeminado, y es posible que se
incline a la compañía de las niñas por quienes
puede ser más aceptado. El ser llamada "marimacho" no
implica el grado de censura social que el ser tildado de afeminado, quizá
debido al diferente valor que nuestra cultura otorga a las características
masculinas y femeninas.
Uno
de los trastornos de la identidad de género en la infancia es la
llamada transexualidad, el cual es un síndrome cuya aparición
se da en preescolares y que es muy escasa, teniendo una proporción
de seis a 30 hombres por cada mujer reportada.
El
diagnóstico se establece en sujetos prepúberes que
muestran una gran angustia e inconformidad por el sexo biológico
que tienen, y tienen un deseo muy intenso por ser del sexo opuesto, y/o
repudio por sus propios órganos genitales pudiendo afirmar que
sus órganos sexuales desaparecerán y serán
sustituidos por los del sexo opuesto. Otro trastorno es el llamado
travestismo en donde se observa que existe una marcada preferencia por
la vestimenta y las actividades del sexo opuesto.
Los
psicólogos del desarrollo postulan que el origen de estos
trastornos se deben a la falta de modelos pertenecientes al mismo género
del sujeto, siendo además común que los padres sean los
promotores para que dichas conductas se manifiesten. En algunos casos
las madres pueden estar deprimidas o ser lejanas, y el padre estar
ausente o ser demasiado rígido, lo cual impide un acercamiento cálido
y afectuoso con el hijo.
Algunos
estudiosos del tema refieren que un abuso sexual puede ser el detonador
de dicho comportamiento y que estas conductas pueden ir acompañadas
de otros signos y/o síntomas, tales como el aislamiento social,
miedo, cólera, hostilidad, depresión, ansiedad, tendencia
hacia comportamientos sexualizados, culpa, baja autoestima y conducta
autodestructiva.
Sin
embargo, el aislamiento social por sí solo, casi siempre es lo
suficientemente desagradable para ameritar la atención temprana
de los niños que lo sufren ya que después de la pubertad,
se obtienen resultados menos satisfactorios en el esfuerzo por modificar
la orientación del papel sexual.
Coordinadora de Psicología Departamento de Psiquiatría.
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